Son datos de la Universidad de San Andrés. Evaluó a 20 dirigentes. La pelea Cristina-Kicillof y la ventaja de los desconocidos.
Por Eduardo Paladini para Clarín.
Es como dar vuelta la tabla tradicional. U ordenarla por el dato más incómodo. En tiempos de grieta, ¿quiénes son los políticos argentinos con más imagen «muy mala»? En base a los números de la última encuesta nacional de la Universidad de San Andrés (Udesa), Clarín armó el ranking. Que incluye a 20 dirigentes. Con una particularidad: en este caso, conviene ser desconocido.
El relevamiento de la Udesa incluyó 1.027 entrevistas entre el 3 y el 15 de marzo. Este diario adelantó parte de este trabajo, donde se advertía por una baja generalizada en la valoración de los políticos oficialistas y opositores.
En la evaluación de 20 de los dirigentes más conocidos del país (no figura Máximo Kirchner, entre otros), el sondeo planteó seis opciones para medir su imagen. Muy buena, algo buena; algo mala, muy mala; no lo conoce; no sabe.
Los dos primeros ítems componen la valoración «positiva» y el segundo y el tercero, la «negativa». Conclusión inicial: los 20 terminaron con diferencial en contra, es decir, con más negativa que positiva.
Pero cuando se desmenuzan las cifras, la alarma suena más fuerte. Lo que más se ve es el rojo oscuro de la ponderación «muy mala», a tono con la polarización que rige el escenario actual.
El ranking incómodo lo lidera -para mal- Cristina Kirchner. Tiene 65 puntos de imagen «muy mala». El rechazo a la vicepresidenta es casi todo duro: apenas suma 8 puntos de valoración «algo mala». Parecido a lo que le ocurre a Axel Kicillof. El gobernador bonaerense combina 56% de «muy mala» y 11% de «algo mala». Le alcanza sólo para quedar debajo de su jefa político.
El top 4 lo completan los otros dos hombres fuertes del Frente de Todos: el presidente Alberto Fernández (48% de «muy mala» y 15% de «algo mala») y el titular de Diputados, Sergio Massa (48% de «muy mala» y 20% de «algo mala»).
En el quinto lugar aparece Mauricio Macri, el peor de la oposición. El líder del PRO suma 46% de «muy mala» y 18% de «mala». Cifras complicadas si está pensando seriamente en un segundo tiempo.
Sexto, por fuera de la grieta, se mezcla Nicolás del Caño, del FIT, con 41% de «muy mala» y 20% de «algo mala»: Y un escalón más abajo, vienen dos mujeres de perfil fuerte y alto de Juntos por el Cambio: Elisa Carrió (39% de «muy mala» y 18% de «algo mala») y Patricia Bullrich (38% de «muy mala» y 13% de «algo mala»).
Luego, si bien se ubica otra mujer del mismo espacio opositor, lo hace ya con cifras un poco más amigables: María Eugenia Vidal termina con 31% de «muy mala» y 16% de «algo mala». Y en el puesto 11° viene el otro dirigente clave de JxC, Horacio Rodríguez Larreta: el jefe de Gobierno tiene 25% de «muy mala» y 19% de «algo mala». Por ahora, parece favorecerlo su moderación, aunque viene con tendencia a la baja.
Completan la tabla
10° Miguel Angel Pichetto: 29% de «muy mala» y 20% de «algo mala».
12° José Luis Espert: 25% de «muy mala» y 17% de «algo mala».
13° Javier Milei: 24% de «muy mala» y 13% de «algo mala».
14° Ricardo Alfonsín: 22% de «muy mala» y 20% de «algo mala».
15° Martín Lousteau: 21% de «muy mala» y 18% de «algo mala».
16° Rogelio Frigerio: 20% de «muy mala» y 16% de «algo mala».
17° Cristian Ritondo: 19% de «muy mala» y 12% de «algo mala».
18° Ernesto Sanz: 17% de «muy mala» y 15% de «algo mala».
19° Alfredo Cornejo: 16% de «muy mala» y 12° de «algo mala».
20° Emilio Monzó: 13% de «muy mala» y 13% de «algo mala».
De la mitad de tabla para abajo (los menos rechazados), quizá lo más meritorio es lo de Lousteau, porque tiene un nivel de conocimiento superior al 85% y una negativa relativamente baja.
También muestra buenos números con poco desconocimiento Ricardo Alfonsín. Aunque con un antecedente complejo: algo similar le ocurría en 2011 y cuando se candidateó para presidente le fue entre regular y mal.
A buena parte del resto lo ayuda su menor nivel de conocimiento a nivel nacional. La gente no los ve «muy mal», pero tampoco «muy bien». Básicamente porque una parte de los encuestados no tiene bien en claro quiénes son.